<![CDATA[Richard Mújica Angulo[1]
Antes de referirme a la música y la danza, como haremos en otros artículos, conviene hacer algunas reflexiones introductorias y un tanto generales, en torno a la mirada y concepción que tenemos de estas dos manifestaciones culturales. Disculpen los lectores, si en este escrito no hago las referencias bibliográficas respectivas, pues admito que me dejé llevar por lo que hasta ahora he percibido en mi corta experiencia musical e investigativa, permitiendo que broten algunos temas (que como verán están basados más en datos “andinos”, específicamente Aymaras, sobre el tema) que poco a poco profundizaremos con ayuda de ustedes. Aún así, intentaré dar un panorama sobre las músicas interpretadas en esta región que hoy se denomina Bolivia.
El primer elemento a aclarar es el supuesto, muy extendido por cierto, de que la música es un “lenguaje universal”. Esta concepción de la música es una herencia principalmente colonial, que poco a poco se está rompiendo gracias a diversos estudios etnomusicológicos (Stobart 1996) que muestran que las músicas, lo único que tienen en co
mún, es el sonido como elemento físico; por el contrario, las estructuras musicales, la estética, y las formas de apreciación que se tienen de estas, son radicalmente diferentes una de la otra de acuerdo a sus contextos (espaciales, temporales, culturales y soci
ales).
Ejemplo de esto, son las clásicas concepciones que los “folklorólogos” (como Paredes Candia y muchos otros) tienen de la música boliviana: (a) para referirse a la música del altiplano utilizan apelativos como “lastimera”, “monótona” y “triste”; mientras que (b) para hablar de la música de la amazonía utilizan palabras como “cálida” y “alegre”. Esta visión romántica de la música, si bien califica a una “mejor” que la otra, no deja de situarla debajo de otras
músicas como las “clásicas”. Obras como las de Mozart y otros exponentes europeos muestran mucha belleza pero “diferente”, ya que responden a otra concepción musical (paradigma) que de ninguna forma es comparable a músicas como las que se ejecutan en Bolivia o cualquier otro país latinoamericano; ya que cada una de ellas posee su riqueza, su belleza y sus significados totalmente diferenciados.
Entonces, ¿quién puede afirmar que los pobladores del altiplano no sienten gran alegría y gozo al bailar sus músicas? Estos prejuicios, son elementos que merman una
aproximación cabal y no permiten entender las músicas desde un
a perspectiva intercultural, especialmente a la hora de realizar una investigación; por tanto, estas diferencias muestran claramente que la música no es un lenguaje universal, y nos lleva al segundo punto.
El entender a la música desde la diversidad, o sea dejar de referirnos a la música como un elemento único y singular, sino desde un sentido plural: las músicas; pues considero, es el primer paso para mostrar mayor apertura a todas las ma
nifestaciones culturales musicales, no solo de este país sino del mundo.
Si ubicamos a las músicas de Bolivia dentro de este contexto globalizado (y paradójicamente diverso), encontramos varios elementos que muestran las transformaciones que estas sufren. Entramos así al tercer y cuarto punto: (3) el carácter dinámico que poseen las músicas y, la importancia que tienen (4) los contextos en los que estas se ejecutan.
Se podría decir, entonces, que estas (las músicas) son también producto de la interacción entre diferentes contextos (como dije antes espaciales, temporales, culturales y sociales) y sus respectivas concepciones musicales-culturales, como lo rural y lo urbano, solo por dar un ejemplo boliviano. Estas transformaciones ya se manifestaron desde la colonia, con la introducción de nuevas concepciones
e instrumentos musicales (europeos) y la apropiación de estos por las culturas locales; ocasionando así, el surgimiento de nuevas formas musicales, diferentes de aquellas que en cierta forma, mostraron mayor continuidad e intentaron mantener así, los principios musicales “originarios”. Estas transformaciones se sienten hoy más que nunca, no solo por la corta
distancia que existe entre “fronteras” o, el papel de los medios de comunicación, sino también por el acceso a la tecnología.
Si nos referimos a estas “nuevas formas musicales”, encontramos a las llamadas “músicas neo/folklóricas” o “músicas populares”, muy difundidas especialmente en las ciudades (y que son justamente las que mayor apretura han mostrado al uso de las nuevas tecnologías); de las cuales puedo citar a la cueca, la diablada, el carnavalito, el caporal, la morenada, la kullawada, el toba, el tinku, el taquirari, la chacarera, la rueda y otros. Estas tienen la característica de ser post coloniales (en su mayoría) y generalmente se interpretan tanto en festividades de carácter religioso-católico en honor a diferentes santos y vírgenes, así como en festivales, concursos, centros educativos y otras de carácter urbano.
Otras músicas, menos difundidas que las anteriores, son las denominadas “músicas autóctonas”. Estas músicas han mantenido cierta continuidad en el tiempo, quizá por la distancia, puesto que estas se interpretan especialmente en áreas rurales. L
as músicas autóctonas tienen la característica principal de ser interpretadas en las fiestas, y están íntimamente relacionadas con ciclos climatológicos y rituales; estos fueron poco a poco superpuestos por otros (calendario religioso católico) luego de la invasión española. Si bien actualmente, las fiestas realizadas en honor a santos y vírgenes son el escenario principal de interpretación de estas músicas, conviven varias músicas y fiestas que se realizan en agradecimiento a la madre naturaleza (Pachamama) y a los seres protectores (Uywiris o wak’as en aymara).
La mayoría de los nombres de estas músicas están relacionadas al nombre de los instrumentos musicales con los cuales se los interpreta, de entre muchos podemos citar: el sikuri, el qantu, el lakita, el lawa siku, el chiriwano, el jach’a siku, la tarqa, el pinkillu, la qina qina, el chuqila, pusi p’ia y muchos otros instrumentos, que para su inte
rpretación deben obedecer épocas establecidas: El jallupacha (época de lluvia) y el Awtipacha (época seca).
Otra música, muy peculiar, es la interpretada en los yungas: la “saya”. Esta música caracterizada por su combinación de instrumentos de percusión y canto, es interpretada por los habitantes afro-bolivianos que fueron trasladados de África a Sud América, en la época de la colonia en calidad de esclavos para el trabajo forzoso.
En el extremo oriental de las tierras bajas del norte de Bolivia, la influencia jesuita sobre el talento musical chiquitano, moxos y guaraní ha dejado un legado singular que todavía se pone de manifiesto y que se mantiene particularmente fuerte en las tradiciones musicales de la vecina Paraguay. Además de las aventuras económicas, los jesuitas estimularon la educación y la difusión de la cultura europea entre las tribus. Los grupos indígenas de estas regiones crearon instrumentos musicales de artesanía (los famosos violines y arpas que se fabrican actualmente en el Chaco), y aprendieron e interpretaron la música barroca, incluida la misma ópera. Ofrecieron conciertos hasta en los lugares más remotos, con actuaciones de danza y teatro.
Actualmente, la interpretación de las músicas en Bolivia se ha
diversificado de gran manera. Esta interpretación esta a cargo de grupos músicas de diferente índole que interpretan músicas de diferentes regiones. Por un lado, los grupos de música neo-folklórica (conformados por instrumentos de viento andinos, charango y guitarra principalmente), los grupos denominados “fusión” (que mezclan instrumentos como el siku, la quena -andinos- con otros como la guitarra eléctrica, el bajo o la batería) y las bandas (grupos de instrumentos de viento “metálicos” -bandas militares- que generalmente acompañan en las fiestas o “entradas” religiosas), en su mayoría, todos interpretan repertorios folklóricos. Mientras que por otro lado, algunos grupos urbanos de música autóctona revitalizan o “rescatan” músicas rurales para interpretarlos en festivales de música en diferentes regiones del país; y los habitantes de diferentes comunidades rurales que continúan interpretando sus músicas-danzas para dar vida a sus fiestas y mediante esta a ellos mismos.
De esta forma he punteado algunos aspectos (quizá no tan novedosos para algunos) de carácter transversal, creo yo, a la hora de intentar entender otras manifestaciones culturales, como son las músicas y las danzas. En sucesivos escritos continuaremos motivando a la reflexión de nuestros cotidianos musicales y culturales, buscando siembre aclarar nuestros caminos a recorrer y seguir creciendo.
14 de agosto de 2008
La Paz – Bolivia
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desde cierta perpecstiva la mùsica si es un lenguaje universal
La música sí es un lenguaje. Desde esa perspectiva, al existir varios lenguajes, se puede decir que este es universal. Sin embargo, difieren las formas en las que se percibe la música y ello responde a criterios culturales y sociales.
Gracias por tu comenario.